Hábitos infantiles para una buena higiene bucodental
La caries es la enfermedad crónica infecciosa más prevalente en el hombre (1-3). La mejora de los indicadores de salud bucal conseguidos en la población general no tiene la misma magnitud en los niños. La caries en los niños ocasiona una serie de secuelas a largo plazo, como pueden ser: infecciones, problemas estéticos, dificultades para la alimentación, aparición de maloclusiones, además de las repercusiones médicas, emocionales y financieras. La caries es una afectación de origen multifactorial, y un bajo nivel socioeconómico, la escasa escolarización, unos hábitos alimentarios con una dieta rica en azúcares, y unos hábitos higiénicos inadecuados, así como los antecedentes médicos y los factores propios de cada individuo, pueden condicionar la sensibilidad para desarrollar la enfermedad (4, 5).
La palabra caries, de origen latino, significa degradación o rotura de los dientes. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la definición de caries dental sería “un proceso patológico localizado, posteruptivo, de origen externo que produce un reblandecimiento del tejido dentario duro y que conduce a la formación de una cavidad”. Según un informe de la OMS del año 2004, la caries dental afecta entre el 60% y el 90 % de la población escolar y a la gran mayoría de los adultos (6).
Los niños con caries precoz en la infancia tienen mayor riesgo de presentar nuevas caries en la dentición permanente (7), por ello es muy importante establecer los hábitos de una buena higiene bucal, para así asentar una base de descenso de caries interproximales en los adolescentes (8, 9).
La enfermedad periodontal se previene eliminando el biofilm oral con un cepillado minucioso y evitando las maloclusiones dentarias, bien sean congénitas (causadas por una alteración del número, tamaño o forma de los dientes y por deformidades de los maxilares) o adquiridas (consecuencia de hábitos nocivos tales como el uso prolongado del chupete o biberón, chuparse el dedo, morderse las uñas u otros objetos, respirar por la boca). Su prevención consiste fundamentalmente en dejar estos malos hábitos (10) y en un número adecuado de visitas periódicas al odontólogo. La American Academy of Pediatric Dentistry y la American Dental Association recomiendan que la primera visita dental sea como muy tarde a los 12 meses de edad (11). Las visitas al odontólogo deben hacerse dos veces al año, pues la revisión periódica permite valorar los factores de riesgo y no sólo detectar una lesión o esperar a que el niño refiera dolor. Además, así se evita el coste de rehabilitaciones y ausencias escolares (12).
Una correcta higiene bucal es el factor clave para prevenir la caries en la infancia y, por ello, se debe informar a la familia sobre la importancia de este hábito y lo perjudicial que es que el niño duerma sin eliminar los residuos alimenticios (13), ya que durante las horas de sueño se desarrolla y crece la microbiota bacteriana en el medio ácido bucal, que no puede modificarse en las horas de reposo y que podría producir caries (14, 15). La higiene bucal infantil es responsabilidad de los padres, al menos hasta que el niño tenga la habilidad motora adecuada para efectuar estos procedimientos, nunca antes de los 5 años (14) y se considera que el niño es autónomo a partir de los 8 a 10 años de edad (14). En ese momento y hasta la adolescencia se recomienda la supervisión de su higiene oral nocturna.
- Cepillos: Después de que erupcionen los primeros dientes, se debe comenzar con la limpieza bucodental dos veces al día (13). Para esta etapa se pueden utilizar dedales de silicona o una gasa húmeda para limpiar la boca del bebé. Después de que erupcionen los primeros molares primarios, alrededor de los 18 meses, se debe optar por el uso del cepillo dental. El cepillo debe ser adecuado a la edad del niño y tener un diseño específico con un mango recto y largo, una empuñadura gruesa, cerdas suaves con las puntas redondeadas y un cabezal de tamaño compatible con la boca del niño. La técnica debe ser sencilla para los padres. Se recomienda limpiar las superficies dentales laterales (linguales y vestibulares) con movimientos circulares y las superficies masticatorias con movimientos anteroposteriores. La posición del adulto debe permitir una buena visibilidad de la boca, manteniendo la cabeza del niño en una posición estable (16).
- Pasta dental: Una técnica correcta de cepillado se debe complementar con una pasta dental fluorada (14), aunque no se recomienda en niños que no hayan aprendido a escupir (generalmente, menores de dos años de edad) (17). La EAPD (European Academy of Paediatric Dentistry) incluye en sus guías la recomendación de la cantidad máxima de flúor para una pasta d entífrica según la edad.
- Hilo dental: El hilo dental es indispensable en una buena limpieza bucal para remover la placa bacteriana acumulada en los espacios interdentales, lo que evita el riesgo de la caries interproximal (18).
- Uso de flúor: El flúor ha demostrado ser una herramienta segura y eficaz en la reducción de la caries y en la reversión de desmineralizaciones del esmalte dentario (19), pero hay que supervisar su administración en los niños, pues los posibles efectos secundarios, como la irritación de los tejidos blandos, hacen que se produzca un rechazo hacia este método, cuya función es remineralizar las superficies dentales para reducir o evitar las caries de las superficies lisas en etapa in icial (20-24). Las decisiones respecto a la administración de flúor tópico debe n estar basadas en el riesgo individual de caries (25); el pediatra y el odontopediatra deben analizar y decidir el tipo de administración de flúor y la frecuencia de su aplicación (16).
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